Ruidos y música: Manipulando emociones

28 de Junio de 2015
  • Janet Leigh (1972-2004) en Psicosis.
  • Bernard Herrmann (1911-1975).
  • Nino Rota (1911-1979).
  • Lalo Schifrin (1932), compositor argentino.
  • Max Steiner (1888-1971).
BBC Mundo

Muchas veces los acordes de los grandes compositores no se escuchan en la pantalla para dar paso a los sonidos ambientales.

En 1939, la reina del melodrama en Hollywood, Bette Davis, protagonizó Amarga victoria, la trágica historia de una joven fiestera y adinerada que estaba muriéndose de un tumor cerebral. El público sabe que la muerte llegará rápidamente después de la ceguera. En el gran final, la visión del personaje empieza a fallar y ella sube lentamente una enorme escalera. Davis sabía que ese momento le aseguraría la candidatura a un tercer Óscar. Ella le preguntó al director “¿quién está haciendo la música de esta película?” y la respuesta fue: el supremamente talentoso Max Steiner.

Steiner había compuesto la revolucionaria partitura de King Kong en 1933. Fue la primera banda sonora completa de Hollywood y una que les permitió a los aficionados sentir empatía ante los designios del destino de un gorila de plastilina.

Davis era una mujer muy lista. Entendía cuán valiosa era una pieza musical que elevara el momento a su máxima expresión, pero también temía que eclipsara su actuación. “Pues o subo yo esas escaleras o las sube Max Steiner, pero los dos juntos, no”, declara.

La opinión de Davis fue ignorada y con esa escena se crearon dos nominaciones al premio de la Academia: una para ella y otra para Steiner.

Agudización de los sentidos

La anécdota demuestra la importancia de la música en el cine y el poder que una banda sonora puede ejercer sobre el público.

El compositor Neil Brand, presentador de la serie de la BBC, La música que hizo las películas, cree que nuestros sentidos se agudizan desde el momento en el que entramos en la sala del cine. “La oscuridad, los extraños, la anticipación, el abrazo cálido y cómodo del asiento. Estamos listos para experimentar grandes emociones. Y en el instante en el que arranca la música, estamos dispuestos a quedarnos todo lo que dure el viaje”, dice.

Continúa: “Los seres humanos somos muy buenos para interpretar el sonido, desde que nuestros antepasados prehistóricos oían que una rama se rompía en el bosque y pensaban ‘¡a correr o me matan!’. Tenemos una comprensión muy profunda de lo que la música está haciendo y es algo muy físico. La podemos sentir entrando a nuestros oídos a través de ondas sonoras y puede producir toda clase de reacciones físicas, desde un golpe en el estómago en adelante”, añade Brand.

Tenemos una comprensión muy profunda de lo que la música está haciendo y es algo muy físico. La podemos sentir entrando a nuestros oídos a través de ondas sonoras y puede producir toda clase de reacciones físicas”. Neil Brand, compositor

El ruido del pánico

Los ejemplos más simples de esto se encuentran en películas de terror y de suspenso, las cuales emplean sonidos disonantes y chillones que asociamos inconscientemente con animales en peligro.

Un estudio elaborado en el 2010 por la Universidad de California encontró que la sensibilidad humana a sonidos de alarma no lineales, como los que emiten las marmotas para advertir sobre la presencia de depredadores, son usados por compositores de cine para inquietar y poner nerviosa a la gente.

En películas, como la clásica de Alfred Hitchcock de 1960, Psicosis, la tensión de las cuerdas y los bronces exagerados imitan el ruido del pánico en la naturaleza.

Para quienes disfrutan de una partitura romántica exuberante, un experimento de 2011 en la Universidad McGill de Canadá estudió la mecánica neural para explicar por qué a los humanos se nos pone la piel de gallina con las grandes melodías.

Lejos de ser una experiencia puramente auditiva, las tomografías indican que las regiones del cerebro que se iluminan con la música son aquellas vinculadas a estímulos eufóricos como la comida, el sexo y las drogas. La sangre que fluye en el cerebro responde a áreas asociadas con la recompensa, la emoción y la excitación.

Nuestra respuesta a ciertas clases de ruido es tan profunda que no podemos apagarla. Los compositores de las películas saben eso y lo usan para saltarse la parte lógica de nuestro cerebro...”. Philip Ball

Vibraciones extremas

Philip Ball, autor de El instinto de la música, afirma que las bandas sonoras pueden producir la misma reacción en nosotros, independientemente de que la música sea buena o mala. “Nuestra respuesta a ciertas clases de ruido es tan profunda que no podemos apagarla. Los compositores de las películas saben eso y lo usan para saltarse la parte lógica de nuestro cerebro e ir directamente a los centros emocionales”, comenta Ball.

Algunos cineastas usan ahora infrasonido para inducir miedo. Se trata de ondas sonoras graves o vibraciones con una frecuencia más baja que el espectro del oído humano. Aunque no lo podemos escuchar, se ha demostrado que el infrasonido puede producir ansia, extrema tristeza, palpitación y temblor.

Los productores de la película de suspenso psicológica francesa Irreversible admitieron que utilizaron esta técnica. Miembros del público dijeron que se sintieron desorientados y físicamente enfermos tras solo media hora de infrasonido, y se salieron de la sala de proyección antes de que mostraran la secuencia más impactante visualmente en la pantalla.

En el 2007, las audiencias del filme de horror Actividad paranormal también reportaron haber sentido altos niveles de miedo a pesar de la falta de acción en la pantalla. Se piensa que fueron provocados por ondas sonoras de baja frecuencia. “No afecta a todo el mundo de la misma forma, pero parece posible que será usado más en el cine en el futuro”, indica Ball. (E)

 

El sonido del cine

El Padrino (1972). Nino Rota (famoso músico de Federico Fellini) escribió una partitura, pero no hay una música reconocible en la famosa escena del restaurante. Cuando Michael Corleone dispara contra el rival de su padre, el diseñador de sonido Walter Murch acentúa el pánico con el ruido de un tren frenando repentinamente afuera.

Psicosis (1960). Alfred Hitchcock le dijo originalmente al compositor Bernard Herrmann que dejara la célebre escena de la ducha sin música. Pero Herrmann escribió la partitura con las notas punzantes y discordantes, que recuerdan los alaridos de los animales. Hitchcock, por supuesto, cambió de opinión.

Bullitt (1968). El compositor Lalo Schifrin se negó a escribir música para la persecución de diez minutos de Steve McQueen por las calles de San Francisco. Sentía que los chirridos de los neumáticos y los rugidos de los motores harían el trabajo por él. Con frecuencia Schifrin es elogiado por la excelente partitura de esta sección de la película, que no tiene banda sonora.

Un tranvía llamado Deseo (1951). Fue el primer drama de Hollywood con una banda sonora completa de jazz, pero su sensualidad madura indignó a los autoproclamados moralistas de la Legión de la Decencia, que obligaron al compositor Alex North a bajarle el tono.

Taxi Driver (1976). Bernard Herrmann se rehusó al principio a leer el guion y le dijo al director, Martin Scorsese: “No hago películas sobre taxistas”. Pero el llamativo sonido de percusión superpuesto a un suave saxofón se convirtió en una de las claves del éxito de la película.

 

 

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