Entre los padres y la presión del grupo

Por Lenín E. Salmon
07 de Junio de 2015

Cuán apropiada es la palabra ‘adolescencia’ (‘crecer’ en latín) para describir esta etapa tan estresante y llena de dolores,  tanto para el joven que crece como para sus padres. Porque no significa solamente que deberá ir adaptándose a los cambios (físicos, intelectuales, emocionales) que la naturaleza le impone a su cuerpo y a su mente, sino también a las nuevas influencias, sobre todo en el campo social,  que ahora debe enfrentar, aceptar o rechazar. El costo de esta travesía puede ser alto, y a menudo deja huellas profundas en todos los involucrados.

El problema central del adolescente típico es que, por mucho que quiera a sus padres, la manera de pensar de ellos ya no es su única referencia, a menudo ni siquiera la más importante.  En este conflicto pueden herirse susceptibilidades que facilitarían la aparición de brechas en la comunicación y fisuras en la relación.

Los padres, aplicando su madurez, deben aceptar que el joven, en su afán de desarrollar su independencia (uno de los principales objetivos de esta etapa), va a intentar explorar la vida en sus propios términos, motivado, y a menudo presionado, por las preferencias que su grupo tenga. La imperiosa necesidad de pertenecer a un grupo, a una ideología, incluso a una moda, puede producir cambios extremos (aunque a menudo temporales) en el comportamiento y actitudes de un joven. Cuando los padres perciben esta influencia como una amenaza a la obra de su vida, y le declaran su clara oposición, no es raro ver al hijo alejarse de ellos, para su frustración y dolor.

Es que el adolescente quiere afirmar su propia personalidad, e interpreta la imposición del padre como un intento de coartar su independencia.  Su rechazo, a menudo desafiante,  usualmente encuentra solidaridad en el grupo. 

El alejamiento es más severo si existe una historia de autoritarismo paterno. 

El mejor papel de los padres es no chocar, sino ‘estar allí’ cuando el joven dé indicios de una apertura. Se requiere de mucha paciencia y tolerancia (recordando que ellos también fueron adolescentes y sobrevivieron). Lo ideal sería desde mucho antes de esta edad, crear y mantener un nivel de confianza y comunicación que les permita participar de la evolución de la personalidad  de sus hijos sin interferir con el desarrollo de su autonomía. (O)

salmonlenin@yahoo.com

  Deja tu comentario