Un cura opina sobre el matrimonio

Por Ángela Marulanda
17 de Mayo de 2015

Recibí el siguiente artículo hace unos días, escrito por el sacerdote español Juan Carlos Areán y, como me impresionó la claridad y sensatez de sus planteamientos respecto al tema del matrimonio entre personas del mismo sexo, lo reproduzco.

“Dos leonas no hacen pareja. Dos gatos, tampoco. No pueden aparearse. Para ello tendrían que ser de distinto sexo y de la misma especie. Son cosas de la madre naturaleza. No es producto de la cultura hitita, fenicia, maya, cristiana o musulmana. Por supuesto, no es un invento de la Iglesia. Muchos siglos atrás el Derecho romano reconocía el matrimonio como la unión de un hombre y una mujer. La palabra matrimonio procede de dos palabras romanas: ‘matris’ y ‘munio’. La primera significa ‘madre’, la segunda ‘defensa’. El matrimonio es la defensa, el amparo, la protección de la mujer que es madre, el más sublime oficio humano. Cada palabra tiene su significado propio. Una compraventa gratuita no es una compraventa, sino una donación. Llamar matrimonio a la unión de dos personas del mismo sexo es, jurídicamente, un disparate. Que le llamen ‘homomonio’, ‘seximonio’, ‘matrigay’ o lo que quieran, menos matrimonio, que está inventado hace tiempo. Nadie llama tarta de manzana a la que está hecha de peras, ni tampoco se le dice taza a la bacinica.

Lo curioso es que cuando dices estas cosas, algunos te miran como extrañados de que no reconozcas la libertad de las personas. Y por más que les dices que sí, que respetas la libertad de todos, que cada uno puede vivir con quien quiera, pero que eso no es un matrimonio, te llaman intolerante. Pero pongamos las cosas en su verdadera dimensión, los homosexuales son alrededor del 10% de la población, el 90% restante es heterosexual; entonces, reconocer a ese 10% y aceptar que son diferentes es tolerancia y democracia.

No sé lo que harán los parlamentarios españoles a la hora de votar. Son políticos, no juristas. Votarán por razones políticas, no según Derecho. Las consecuencias son graves. Si un varón tiene derecho a casarse con otro varón y una mujer a hacerlo con otra mujer, ¿le vas a negar el derecho a un hermano a casarse con su propia hermana? ¿O a una hija con su padre? ¿No tienen el mismo derecho? La sociedad se quiebra. Huele a podrido. Como en Dinamarca". (O)

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