Cuándo no subir fotos de los niños

03 de Abril de 2016
The New York Times

Recientemente, investigadores universitarios les pidieron a padres e hijos que describieran las reglas que consideraban indispensables son respecto a la tecnología. 

En la mayoría de los casos, los adultos y los jóvenes estuvieron de acuerdo: no chatear mientras conduces, no estar en línea cuando alguien quiere hablar contigo en persona. Pero hubo una regla sorprendente que los hijos pedían pero los padres mencionaban muy poco: No publiques nada de mí en las redes sociales sin preguntarme.

Por ejemplo: nada de fotos de los niños dormidos en el asiento trasero del carro. No publicaciones sobre su frustración porque sacan malas notas en la escuela. ¿La foto de la victoria en el campeonato de fútbol? Tal vez. ¿La queja por la última pelea que tuvieron por la ropa sucia? Nada que ver.

Las respuestas revelaron una interesante desconexión, dice Alexis Hiniker, graduado en Diseño e Ingeniería Humana de la Universidad de Washington, que condujo la investigación. Ella y otros compañeros estudiaron a 249 pares de padres e hijos distribuidos en 40 estados, y encontraron que mientras que los chicos de 10 a 17 años estaban ‘realmente preocupados’ por la manera en que los padres compartían sus vidas en línea, a los adultos eso los inquietaba muchísimo menos. Tres veces más niños que padres pensaban que debería haber reglas sobre lo que los padres comparten en las redes sociales.

‘Instafamosos’

Sitios como Facebook e Instagram están ahora incorporados al mundo de las familias de hoy. Muchos nuevos padres, si no la mayoría, comparten imágenes de recién nacidos a la hora de nacer (o imágenes del ultrasonido), y otros crean cuentas para los niños, a menudo para compartir fotos y noticias con la familia, aunque ocasionalmente en busca de ‘instafama’ para sus hijos e hijas vestidos a la última moda y bellamente fotografiados.

Los primeros bebés de Facebook (que se inició en 2004) aún no son adolescentes, y los bebés fashion de Instagram (que empezó en 2010) apenas en la escuela primaria, las familias están empezando a explorar la pregunta de cómo se sienten los niños sobre el registro digital de sus primeros años. Pero este estudio, aunque pequeño, sugiere que los niños, al volverse adolescentes, querrán controlar sus identidades digitales.

“A medida en que se vuelvan mayores de edad, van a ver la huella digital de su niñez”, dice Stacey Steinberg, una profesora de asuntos legales y directora asociada del Centro del Niño y la Familia del Colegio Levin de Leyes de la Universidad de Florida. “Mientras que la mayoría se sentirá bien, algunos podrán estar en desacuerdo”.

Algunos niños y adolescentes cuestionan el contenido compartido, pasado y presente. “Realmente no me gusta cuando mis padres ponen fotos mías en sus cuentas, especialmente, desde que me di cuenta de que algunos de mis amigos los siguen”, dice Maisy Hoffman (14), que vive en Manhattan. “Me preocupa más mi papá. No siempre me pregunta si puede subir cosas, así que inmediatamente después de la foto me doy la vuelta y le pregunto si la va a publicar. Y si lo descubro después porque un amigo vio algo mío en su Instagram, tendré que pedirle que lo quite”.

Vergüenza

Otros padres pueden también causar molestias para un niño que prefiere controlar la manera en que aparece en línea. Wendy Bradford, madre de tres niños en edad escolar, dice que cuando los padres chaperones toman fotos durante un paseo escolar al zoológico, su hija se esconde apenas ve los teléfonos, porque no quiere que las imágenes de su cara aparezcan en Facebook”.

Isabella Aijo (15), estudiante de secundaria en Massachusetts, afirma que conoce gente que tiene padres que publican cosas que no deberían estar expuestas. “Hubo una niña en mi clase el año pasado cuya mamá abrió una cuenta en YouTube para ella, para mostrarla mientras cantaba”, escribió Isabella en un e-mail. “Finalmente, en uno de los últimos meses de clases, un compañero puso el video en clase y casi todo el salón se partió de risa”.

Ese material compartido por los padres permanece no solo en línea, sino en los recuerdos de los niños, y los asuntos pueden ser cosas que a los mayores no les parecen potencialmente vergonzosos. Un joven aún se acuerda de las cosas que su mamá escribió en internet mientras le enseñaba a comer solo, hace años.

Esa clase de cosas, problemas con la comida, dejar los pañales, pataletas, son la clase de información que puede ser valiosa. “Otros niños se benefician de la comunidad que se crea cuando los padres comparten sus historias”, dice Steinberg. Esos posts sobre niños que no quieren comer puede haber ayudado a algún padre a encontrar soluciones o a adquirir paciencia para un comportamiento que tenía solución.

Cuando los padres exponen esas frustraciones, no se ven como si estuvieran ventilando algo personal sobre las vidas de sus hijos, sino sobre las propias. Como sociedad, dice Steinberg, “vamos a tener que encontrar maneras de equilibrar los derechos de los padres a contar sus historias y de controlar la crianza de sus hijos con los derechos de esos hijos a la privacidad”.

“Los padres a menudo incurren en contra de la identidad digital de los niños, no por malicia, sino porque no han considerado el potencial alcance y longevidad de la información digital que están compartiendo”, considera Steinberg.

En general, dice Sarita Schoenebeck, profesora asistente de la Escuela de Información de la Universidad de Michigan, coautora del proyecto, tanto niños como padres consideran que es más apropiado compartir imágenes, eventos y noticias positivas. Los padres también pueden sopesar la facilidad del formato que usan para aparecer en los motores de búsqueda (aunque esa evoluciona continuamente). Un tuit tenso sobre una niña que no quiere comer porque no le dan la comida en el platito rojo tendrá menos repercusión que un video de ese episodio en YouTube. ¿Busca consejo o comprensión? Deje fuera la imagen y el nombre del niño, limite las probabilidades de búsquedas posteriores. (F)

 

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