La buena mesa

Por Mariquita Noboa
01 de Marzo de 2015

Nada mejor que disfrutar alrededor de la mesa con familiares o amigos queridos. Y es que la buena mesa no es privativa, por el contrario, nos la merecemos todos, pero para eso debemos recordar que hay normas de cortesía, que no han “pasado de moda”, ni pasarán, que deben observarse como fiel demostración de la buena y sólida educación.

• Aunque usted esté sola con su compañero en la casa, nada justifica que él llegue a la mesa sin camisa, ni permita que sus hijos estén sucios, desgreñados y sin peinarse. Los buenos hábitos diarios permitirán que todos se sientan mejor cuando son invitados o asistan a un lugar público.

• Solamente para los líquidos (consomé, caldos, sopas, cremas) se utiliza la cuchara, los sólidos se llevan a la boca con el tenedor y la ayuda del cuchillo. Si debe cortar un cárnico, que sea un pedazo a la vez, no hay que cortar toda “la sábana”.

• En el restaurante, los tipos de atención varían según la modalidad que se estila en cada lugar. Un mesero bien entrenado conoce lo que significa la diferencia entre el sistema francés, ruso, inglés o continental. Cuide sus modales con el mesero, maitre o bartender, trátelo de “usted”, igual que se hace con cualquier otro profesional.

• Cuando hay invitados, la anfitriona es quien marca el ritmo del servicio. Si está a su alcance, puede ofrecer aperitivos, o sea, bebidas de baja proporción alcohólica. También pueden ser sin alcohol, si así lo requieren los invitados. Evite insistir y prolongar el tiempo de las bebidas.

• Para que la mesa sea “buena”, ¿hay que beber vino? No necesariamente. La elección del menú depende del espíritu que anima la reunión. Solamente el plato fuerte seguido de un postre, o frutas, puede convertirse en un festín. Lo que no puede faltar es agua, eso es mandatorio.

• La variedad de comida no se hace para impresionar, debe ser debidamente seleccionada según los gustos de sus invitados. No le brinde caldo de salchicha a un vegetariano o seco de chancho a un macrobiótico.

• No se trata de ser protocolario. Cuidado, no confundir los buenos modales, con etiqueta o protocolo. Lo uno es consecuencia de lo otro, con aplicaciones en las altas esferas empresariales, eclesiales, diplomáticas o gubernamentales.

Aquí se trata de vivir bien; que los pensamientos, palabras y acciones sean coherentes. Y ya sabe, no empiece a comer si antes no lo ha hecho el jefe de la casa. ¡Buen apetito! (O)

mtnoboa@hotmail.com

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