Responsabilidades compartidas

17 de Junio de 2018
Dayse Villegas

¿Cómo orientar la relación de padres separados para preservar la seguridad y confianza de los hijos?

Lea sobre los procesos psíquicos del niño y la niña, descritos por Freud.

En una separación, el estado emocional de los padres se proyecta en los hijos. El miedo, la culpa o la decepción podrían hacer que los adultos confundan lo que ocurre entre ellos con las actitudes a tomar con los niños.

Es indispensable que los padres trabajen en lo que los psicólogos llaman la elaboración del duelo, procesar todos los sentimientos que surgen de la ruptura, de manera que lo que llegue al niño sea la seguridad de que ambos lo han amado siempre y lo seguirán haciendo.

“Aceptar que uno tuvo una historia de amor y que la relación no surgió es elaborar el duelo”, dice la psicóloga clínica Paquita Brito. Eso deja a los niños en tranquilidad para acercarse tanto al padre como a la madre.

Esto continúa cuando los dos hacen conciencia de que la separación tenía que darse. “Reconocen que cada cual tiene sus ideas, que con ellas no pudieron formar una filosofía de vida y por eso hubo una división”.

En la aceptación de la individualidad del otro está la posibilidad de una tenencia compartida basada en el respeto. “Si uno de los dos todavía no ha aceptado que el otro tiene ciertos errores o su propio estilo para criar al niño, habrá conflicto, que se convertirá en un peso”.

Dignidad y equilibrio

La separación no implica que uno de los dos, generalmente el padre, renuncie a su relación con los hijos. “Los niños necesitan padres dignos”, dice el psicólogo Julio Ayuso, citando al psicoanalista Pedro Oyervide. Esa dignidad está en mantener una convivencia armónica, sea que estén juntos o separados.

Ahora, hay que tener en cuenta que en toda separación se rompe un orden estructural, porque para el niño, papá y mamá son sus pilares. Él es un héroe y ella es la fuente de amor y comprensión. Si esos pilares se separan, señala Ayuso, generan circunstancias nuevas y muchas dudas. ¿Mamá quedará sola? Si hay un nuevo cónyuge, ¿cómo será? “Son situaciones difíciles de integrar para la mente del niño, que necesita una intermediación”.

¿Dónde está papá?

Para comprender lo que el niño experimenta, Brito pide entender que este se siente seguro cuando está en una relación triangular, en la que está sostenido en el ángulo que se forma entre papá y mamá. “En la separación, la triangulación se rompe y viene el desequilibrio”. Por eso necesita la reafirmación de que es amado y la garantía de que el padre y la madre van a seguir sosteniéndolo desde sus nuevas realidades.

Es posible que el padre sienta que dispone de menos tiempo para estar con el niño. Sin embargo, indica Ayuso, su deber es seguir presente a través de la conversación. Preguntar al niño cómo está le beneficiará más que un regalo. Pueden hablar de lo que ha pasado, pero no volverlo un tema constante, para que el ambiente no se torne lúgubre.

Estar presente es ubicarse frente al niño, atento a sus procesos, emitiendo una comunicación sincera. “El padre debe manifestar su intención de estar allí y dejar que ese mensaje fluya a la conducta del niño”.

El rol de los abuelos

En las separaciones también hay abuelos que están preocupados o que intentan asumir algún papel para suplir lo que ellos ven que a los niños les falta. “Entre menos intervengan es más sano”, opina Brito. Si el niño está en peligro, es una obligación. Pero si ese no es el caso, hay que dejar que los padres asuman sus funciones “y respetar lo que ellos decidan; acudir solo cuando los llamen o les pidan ayuda”.

Los abuelos pueden verse tentados a hacerse cargo de los niños, brindando excesiva comodidad a los padres. “Si pueden apoyar, perfecto, pero no deben convertirse en sustitutos de papá y mamá”, expresa Ayuso. Por lo general, no tendrán la energía para afrontar la formación de la personalidad de los niños. Y si los padres no pueden estar presentes, entonces quien asuma el cuidado de los niños deberá empoderarse de ese rol, teniendo en cuenta siempre los deseos del niño y respetando el lugar del papá, si el niño desea mantenerlo”. Es decir, no obligarlo a llamar papá a otro, sino a quien él desee.

¿Quiénes son más afectados?

Para el niño, la separación de sus padres siempre será desfavorable, afirma Ayuso, y el grado dependerá de la subjetividad del niño y la fragilidad de su estructura psíquica, aún en formación.

Por ejemplo, hay que tomar en cuenta la edad. Entre los 12-15 años los chicos pueden manejar mejor la noticia que a los 5-6 años, porque a esta edad ellos consideran a los padres como su propiedad exclusiva y no quieren compartirlos. Pensar en perderlos es una pesadilla.

También hay casos de especial vulnerabilidad, como en el autismo funcional. El niño en apariencia actúa normal, pero cambios en la rutina, los horarios o tan solo en el lenguaje que se emplea dentro de la familia pueden alterar la conducta.

Cuando lo que los padres pueden hacer por los hijos, comunicación, gestos y demostraciones de afecto, no es suficiente para ellos, amerita buscar ayuda psicológica para la estructura familiar.

Reglas en común

Es usual que haya disonancia entre los estilos de crianza de los padres separados. Ayuso opina que es poco ético que uno de los lados elija llevar la contraria al otro, pero esto no siempre se hace intencionalmente.

Aun en la divergencia, los padres deben tener reglas básicas. Brito menciona:

No utilizar a los niños en los conflictos, sea para negociar o espiar. Los niños notan que hay fricciones entre los padres y pueden usarlo para manipular: “Él me deja hacer esto; ella me permite tal cosa’”.

Mantener el mismo tutor, maestro, cuidador o pediatra en ambos hogares.

Respetar la hora de dormir en ambos hogares. En lo demás, como la alimentación y organización del tiempo y actividades, debe haber libertad.

Desligar el tiempo de las visitas de la retribución económica. “El afecto y la necesidad del niño de tener a uno de sus padres no es negociable”.

Denunciar el maltrato inmediatamente para reconsiderar la tenencia. “Ninguno debe ser cómplice del otro”.

Respetar el deseo de cada padre de acercar al niño a abuelos, tíos y familiares.

Aceptar a las parejas posteriores. Rechazarlas es señal de no haber asimilado la separación.

No exigir al niño a ir a un sitio o ver una persona a la que rechaza. “Pregúntese por qué”.

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