Viva a su propio ritmo

14 de Agosto de 2016

Pasamos por la vida rápidamente, persiguiendo metas que nos harán exitosos, ¿según quiénes? ¿Podemos sentirnos completos y equilibrar lo que somos y lo que deseamos llegar a ser?

Tenemos afición a encontrar atajos para ‘saltarnos’ etapas de la vida y ganarles a nuestros compañeros. Esa persona, pensamos, ha rebasado a los demás: llegará lejos. En una época no muy distante, los maestros exoneraban a ciertos niños de hacer un año de educación básica porque descubrían que ya habían aprendido ciertas habilidades como leer o sumar. Lo que parecía una buena idea, pero obligaba a los niños (para quienes un año de desarrollo psicosocial es un tiempo indispensable), a pasar de largo por una etapa de sus vidas en vez de experimentarla normalmente.

“El rendimiento académico no es crecimiento emocional”, señala la terapeuta holística Verónica de Ycaza. Dominar una destreza antes que los demás no compensa otros aspectos, como la socialización. “Eso que te saltas, en algún momento de la vida querrás recuperarlo. Pero ya tendrás muchas responsabilidades que se verán afectadas por tus decisiones tardías. Lo mejor”, afirma, “es fluir por la vida”.

También le ponemos mucha fe a los proyectos de vida, pero los modelamos según los parámetros de éxito marcados por otras personas, sin detenernos a contrastar sus propósitos y dones con los nuestros. Alguien que no puede presentar un plan que encaje dentro de ese marco, dará a entender que aún no ha triunfado, que no está viviendo intensamente. Que le falta algo, que está incompleto. Que se está quedando atrás. Y que tiene que esforzarse por alcanzar a los demás, así no esté del todo convencido (o enterado) de que es eso lo que quiere.

“Lo primero es saber quién eres y cuál es tu misión de vida”, propone la terapeuta. “Las respuestas para ello no vienen en función del tener, sino en cuestión de la calidad de vida que quieres para ti. Si depositas esto en situaciones externas, deberías preguntarte, ¿a qué tengo miedo?”.

Ella ve en el mundo actual una carrera por obtener cada vez más rápido logros cuantificables, en lo profesional y en lo personal. Se toman decisiones “sin la paciencia necesaria para ver si en aquello está lo que es mejor para cada uno”.

Hablando del proyecto de vida

Por supuesto, no todos estamos inclinados a la contemplación ni a la paciencia, por mucho que nos parezca encomiable en los demás. Queremos hacer planes y verlos realizados. La psicóloga clínica Toyi Espín de Jácome pide, de todas formas, empezar con varias consideraciones.

“Primero, es necesario entender que cada uno está en la tierra con un distinto propósito, y va a ser imposible vivir al mismo ritmo que los otros a causa de nuestras individualidades, empezando por el temperamento”. El plan de vida debe tener sentido y para eso ha de ir de acuerdo con las capacidades y diferencias de cada uno.

“Habrá personas que, según su grado de madurez, apresurarán esos procesos; otros tomarán más tiempo para ir enfocándose en lo que quieren”, señala Espín, “y otros ni siquiera se darán cuenta de que hay que realizar un plan de vida, y necesitarán de acompañamiento profesional para lograrlo. Cualquiera que sea la situación o el caso, todos debemos proyectarnos hacia lo que queremos ser y hacer. Una vida sin objetivos, sin metas, es como un barco sin timón”.

¿Cómo descubrir ese propósito? Mediante el constante aprendizaje de la propia individualidad, necesidades y personalidad. La psicóloga habla de aterrizar los sueños antes de emprender la carrera, estableciendo por escrito metas con plazos específicos: qué se quiere y para qué se lo quiere. “No escribas: ‘Mi meta es una gran casa’, sino: Mi meta es una gran casa en agosto del 2017, con detalles, número de habitaciones, jardín; describa lo mejor que puedas. Visualízala como en una película. Cuanto más claro tengas tu objetivo, mayor será tu capacidad de lograrlo”.

Sugiere enfocarse en otras áreas, como el bienestar físico, la vida familiar, espiritual, profesión, finanzas, educación y desarrollo personal. “Haciendo esto evitarás tanto caer en la rutina como ir aceleradamente por la vida. Considerar una meta es ya un gran paso para lo posterior, lo importante es no desertar”.

La velocidad de la juventud

La edad no es una excusa. “Los chicos tienen una energía diferente a los que ya estamos en otros periodos de edad, pero aun así es muy bueno que tengan un orden en su vida, que equilibren el ‘tengo’ y ‘debo’ con el ‘me gusta’ y ‘quiero’”, expresa De Ycaza. Ellos necesitan apoyo para entender que el estudio o el trabajo no tienen que sentirse como obligaciones, sino que son el desarrollo de su vocación y que pueden dar sentido a la vida.

Nota que la persona del siglo XXI tiene que ser cinco a la vez: “Una para el trabajo o el lugar donde está y cuatro más para los chats que en ese momento requieren simultáneamente su respuesta”, sin percatarse de lo que ocurre en su interior mientras recibe esa información, de si puede procesar todo ello, de si tiene una aportación significativa para al menos una de esas situaciones.

A los jóvenes recomienda vivir sin el teléfono unos días y ver qué pasa cuando no están pendientes de lo que reciben y de la reacción que se espera que brinden. “Escuchen música. Dense cuenta de que ahora pueden centrarse en ella, no solo oír, sino escuchar con toda conciencia”. Se puede vivir intensamente sin hacer varias cosas al mismo tiempo, escogiendo una para darle toda la atención.

¿Cómo usar exitosamente el tiempo? Coméntenos

Reflexión y productividad

Multiplicarse es sobreesforzarse. Ocasionalmente es necesario. “Pero cuando le impones a la vida un sobreesfuerzo constante, pierdes el contento de despertar, y hay que replantearte lo que estás haciendo”, señala De Ycaza. Incluso si la recompensa del trabajo no es la que se espera, no es motivo para la amargura. “Tienes que ir proyectando cómo salir de esta situación. Y esa salida generalmente viene, no de ocuparte más, sino de darte un tiempo para reflexionar”.

Antes de pensar que esto no es propio de nuestro carácter porque somos extrovertidos o sencillamente latinos, la terapeuta indica que esto no depende de la cultura, sino de la capacidad de escucharse: estar quieto y en silencio. “Si no puedes estar callado y tener ese momento, lo que se revela es el temor de encontrarte. Por mucho que estés para o con los demás, ¿cuándo estás para ti?”.

Para De Ycaza se ha representado la soledad como algo temible, que hay que combatir llenándose de actividad, de encuentros: ser productivos en relación con las leyes del uso del dinero, del éxito material o social. “La productividad no rige el éxito de una vida ni de una persona. Puede aplicarse a determinadas áreas, como la laboral. Pero tener más trabajo no es ser más persona. Tú no eres solo ese que trabaja. Eres la persona que escoge dedicar un tiempo a esa labor, pero esa no es tu vida”.

Lo que verdaderamente da ritmo a la vida, subraya, “es el equilibrio entre lo que doy y lo que me permito recibir”. Y la reflexión produce algo inmaterial: el equilibrio. “Con 10 minutos al día de estar en quietud, algo va sucediendo en ti. Si realizas esto cuarenta días seguidos, luego lo vas a anhelar, y a darte cuenta de que tu vida exterior se vuelve mucho más plena y consciente, menos de acuerdo con las expectativas de los demás y más de acuerdo con tus propios escogeres”.

Tiempo hasta para aburrirse

A pesar de que la meta inmediata general es encontrar entretenimiento, De Ycaza asegura que aburrirse no es nada malo; muchas genialidades vienen de esos momentos. Por ejemplo, para cultivar al niño hay que dejarlo ser, “y eso se descubre en el juego tranquilo y en el aburrimiento, en el que ocurre el procesamiento de las experiencias anteriores”.

En este tiempo, el cuerpo se relaja. La tensión se calma. Luego viene la fase en que las emociones se serenan. Posteriormente, la calma mental. “Pensar no es lo que nos hace humanos. Es una función, una herramienta a nuestro servicio. Es bueno pensar y luego ser capaz de decir al pensamiento: en este momento quiero calma”.

Y lo que encontramos en esta última es lo que somos. La calma permite profundizar y encontrar el equilibrio. (D. V.) (F)

HUMOR, OPTIMISMO Y SERVICIO

Es bueno equilibrar, al final del día, lo que hicimos de manera consciente y lo que resolvimos mecánicamente y no nos aporta sentido. Tal vez doce horas de trabajo no sean necesarias para sentirnos realizados. “El ser humano no es una máquina de hacer cosas”, recuerda De Ycaza. “Cuando nos rige el ganar y rendir, nos esclavizamos”.

Invita a tomar en cuenta a un sector amplio y poco valorado, que no avanza al paso del resto del mundo. “Las personas de la tercera edad ya no pueden tomar compromisos de energía física y acción, no son productivas dentro de los parámetros que miden según lo material”, sino que se los cuenta como cargas, como personas salientes, “a pesar de que su sabiduría está en que han entrado en la etapa de la contemplación, y pueden ver de una manera mucho más neutral los conflictos y aportar soluciones”.

Según el concepto de Tito, de 87 años, no se trata de cambiar fríamente el ritmo de la vida desde el pensamiento, sino de evolucionar con la edad, respetando las leyes naturales. “A mi edad ya no puedo correr 100 metros en velocidad, ahora tengo que pensar en caminar esos 100 metros”. En esta etapa, dice, está aprendiendo a tener paciencia y a tolerar a la juventud.

Para él, el éxito en la vida es tener humor y optimismo, sin perder la objetividad. “Buscar cuál es el bien que podemos hacer y no tomar las cosas con indiferencia, sino con la atención que requiere el bien que estamos llamados a practicar”. Menciona personajes a los que considera exitosos, como san Francisco de Asís, modelo de pobreza, y san Agustín, ejemplo de sabiduría. “Vivir para servir. El asunto es que encontremos en qué podemos servir”.

 

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