Hepatitis... ¡cuidado!

19 de Mayo de 2013

La inflamación del hígado debe ser tratada con un buen criterio médico. De no hacerlo, se pone en riesgo el buen funcionamiento de este órgano.

Desde hace mucho tiempo se tiene claro que la hepatitis significa inflamación del hígado. De hecho, algunas personas todavía creen que la padecen cuando se ponen amarillas, pero este tono no siempre significa la enfermedad.

Según el hepatólogo Roberto Calderón, existen muchas causas de hepatitis como las originadas por infecciones virales, de las cuales los tipos más comunes son A, B, C, D y E; las de origen tóxico, por consumo de alcohol; las medicamentosas; las metabólicas, por depósitos de cobre o de hierro; las autoinmunes y las relacionadas con hígado graso, entre otras.

Generalmente, agrega, el hígado inflamado tiene aumento de su tamaño, sensibilidad (dolor) y en ocasiones evoluciona a insuficiencia hepática aguda que puede ser mortal. Sin embargo, todas las hepatitis comparten los mismos síntomas con mayor o menor intensidad, es decir, náuseas, vómitos, malestar general, decaimiento, disminución o pérdida de apetito, dolores articulares y musculares, dispepsias.

Por eso, dice, no se puede diagnosticar el tipo de hepatitis viral solo por los síntomas, sino que es necesario realizar exámenes de sangre para su correcto diagnóstico.

También, explica el gastroenterólogo David Constante, esta enfermedad puede ser aguda o crónica. En el primer caso la infección es inicial, aunque puede ser leve o severa; y en el segundo, dura seis meses o más. “La infección viral más común es la aguda, producida por el virus A, la cual nunca se hace crónica y no deja secuela. Mientras que las originadas por los virus B o C  sí se hacen crónicas, convirtiéndose en muy peligrosas, puesto que el hígado puede dañarse haciéndose cirrótico (duro), lo cual puede producir una insuficiencia hepática, e incluso provocar cáncer”.

El problema, dice Calderón, es que antes de 1990 no había exámenes para diagnosticar hepatitis C, más aún que solo se conocía la hepatitis como NoA NoB, y muchas  personas podían haberse infectado con el virus de la hepatitis C al realizarse transfusiones de sangre y por eso muchos pacientes evolucionaron a la cirrosis.
“Lo bueno es que desde hace más de quince años la población infantil ya está inmunizada contra la hepatitis A mediante la aplicación de vacunas”.

Además, agrega, se han incrementado las pruebas para diagnosticar los diferentes tipos de hepatitis mediante una prueba en sangre. Incluso se puede saber si el paciente ha tenido la enfermedad,  ha sido vacunado o si está evolucionando a la cronicidad.

Se diagnostica hepatitis cuando las aminotransferasas, que son  enzimas hepáticas, están elevadas en sangre, sobre su valor normal, que se expresa en  unidades internacionales por litro (Ul/l). Otro método, agrega, es mediante la elastografía ultrasónica o Fibroscan. Este aparato, mediante dos ondas, diagnostica si el hígado se está fibrosando o si tiene cirrosis.

Antivirales

Según Calderón, hay más de 2.000 millones de personas que han sido infectadas a nivel mundial por el virus de la hepatitis B y C y 450 millones desarrollan hepatitis
crónica.

Para tratarlos, dice, existen medicamentos inhibidores de ADN polimerasa como Lamivudina, Adefovir Dipivoxil, Entecavir que se usan para la hepatitis B crónica.

También los antivirales inmunomoduladores como el interferón pegilado (inyección) y la ribavirina (tabletas) que se usan contra las infecciones crónicas por virus de hepatitis C. Son antivirales modernos que eliminan el virus, pero deben ser administrados por un médico con experiencia y conocimiento de todos los efectos secundarios y eventos adversos que pueden producir. “El virus de la hepatitis C  responde de manera diferente ante el tratamiento, dependiendo del genotipo. En general puede decirse que entre el 60 y 80% de los pacientes tratados se elimina el virus”.

Descanso al hígado

Según Constante, es importante que el paciente haga  una dieta vegetariana, libre de todo producto animal, para poner en descanso el hígado. También existen hierbas que apoyan el funcionamiento y la depuración de este órgano como el boldo, alcachofa, manzanilla. Incluso se puede consumir silimarina natural (cardus marianus).

Además, es útil ingerir el polen de abejas, ya que contiene complejo B en forma natural; vitaminas del complejo B en forma de sueros; terapia de magnetos, remedio homeopático personalizado y la terapia de flores de Bach.

Por último, indica Constante, no puede faltar un estimulante del sistema natural de renovación del cuerpo dado por las células madre adultas de la médula ósea. Esto se logra tomando un concentrado patentado del alga Afanizomenon-flos-aqua, el cual hace que por cada dos cápsulas sean liberadas de la médula ósea del paciente aproximadamente de 3 a 4 millones extras de células madre que van al torrente sanguíneo y al llegar al hígado se transforman en nuevas células sanas de este órgano, pues en menos de diez días los exámenes pueden revelar una mejoría del 50%. (S.M)

 

Portador de virus

Es una persona que tiene parte de la estructura del virus de hepatitis B en sangre, pero que no es la infectante, por lo tanto no puede presentar la enfermedad ni puede ser contagioso, según el Dr. Roberto Calderón.

 

 

 

Se producen muertes

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año casi un millón de muertes se atribuyen a la hepatitis vírica. En conjunto, la hepatitis B y C son la causa principal de cáncer del hígado en el mundo.

 

 

 

Diagnóstico temprano

Permite que las personas infectadas tomen medidas para no transmitir la infección a otros. Incluso, para adoptar buenos hábitos que eviten dañar el hígado. Sobre todo, para recibir el tratamiento eficaz.

 

 

 

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