Docencia y compromiso: Conocer para enseñar

Por Paula Tagle
11 de Noviembre de 2012

“Gracias al programa del Parque Nacional y con la colaboración de varias embarcaciones de turismo, viajes como estos están al alcance de los maestros en forma totalmente gratuita”.

En las islas Galápagos existen programas de los que sabemos poco, pero que causan gran influencia en el archipiélago y las personas que lo habitan. Uno de ellos es Conociendo nuestras Islas, a través del cual profesores de Galápagos tienen la oportunidad de visitar, a bordo de barcos de turismo, el lugar donde viven.

Es un intercambio cultural, que sirve tanto a los docentes como a los turistas; una experiencia enriquecedora para ambas partes. De las decenas de profesores que he podido conocer, muy pocos habían explorado los sitios del Parque Nacional Galápagos, antes de la ocasión de estos cruceros.

Un tour de ocho días a bordo de una embarcación cuesta de $ 2.000 a $ 7.000, es decir, muchos años de ahorro y esfuerzo.

Gracias al programa del Parque Nacional y con la colaboración de varias embarcaciones de turismo, viajes como estos están al alcance de los maestros en forma totalmente gratuita.

Los huéspedes también disfrutan. Conocen la cultura de un país, las costumbres, los sueños, la idiosincrasia de la gente que habita las islas. Esto le da un toque humano a la visita y permite entender a Galápagos como un todo, un archipiélago habitado donde se procura el manejo sustentable y vivir bajo los principios de conservación ambiental.

Grandes amistades han surgido, pasajeros y maestros intercambian correos, experiencias, fotos, y la inmensa satisfacción de compartir un viaje que nos acerca íntimamente a la naturaleza.

Los profesores son magníficos anfitriones de sus islas, orgullosos de que gente de diversos lugares del mundo quiera conocerlas y asegurándose de que los turistas sean los primeros durante las caminatas y actividades varias, que lo vean todo, que lo hagan todo, que se lleven a Galápagos y a su gente en el corazón. Y es lo que haría cualquier buen dueño de casa, ¡dar prioridad a sus invitados!

Yo también aprendo de esta experiencia. La profesora Emma Espinoza, por ejemplo, me describe el trapiche familiar y el proceso del alambique.

Lidia Cruz, nacida en San Cristóbal, recuerda que a las seis de la tarde cortaban el servicio de electricidad. La gente se refugiaba en sus hogares, y ella, de muy niña, se acurrucaba temiendo que los personajes de las leyendas populares cobraran vida.

Marlene Gómez, maestra de la Unidad Educativa Pedro Pablo Andrade, nos cuenta que cuando ella era pequeña y vivía en Puerto Baquerizo Moreno, tenían muy pocos utensilios para hacer los trabajos manuales de la escuela. Que entonces usaban las espinas de los erizos para tejer pulseritas y collares, la arena brillante de Punta Pitt servía como escarcha, y la goma era el jugo pegajoso del fruto del muyuyo.

Eran otros tiempos; llegaban muy pocos barcos de carga desde el continente, había que utilizar la imaginación e inventiva para crear y estudiar. Además, escasos eran los visitantes en esos años, causaban poco impacto, y las reglas del Parque no eran tan estrictas.

Los profesores que han crecido aquí entienden los cambios, y que las nuevas regulaciones son necesarias. Además, luego de explorar los rincones mágicos del archipiélago, cuentan con mayores argumentos para llevar el mensaje de conservación a sus alumnos.

Es lindo recordar los tiempos pasados con los maestros de Galápagos, entender cómo la gente que llegara antes de que hubiera electricidad en las islas logró sobrevivir y establecerse. ¡Definitivamente, una experiencia enriquecedora para todos!

nalutagle@yahoo.com

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