Cuenca de las herrerías

17 de Mayo de 2015
Texto y fotos: Moisés Pinchevsky

El golpe sobre el yunque y el fuego de la fragua aún ayudan a elaborar trabajos en metal que marcan la vida de un sector tradicional de la capital azuaya.

Esta tradición es antigua. Antes de su fundación española, el 12 de abril de 1557, la hermosa ciudad de Cuenca veía sus orígenes en su predecesora, la ciudad inca de Tomebamba.

Desde esos tiempos prehispánicos se remonta la historia de la actualmente llamada Calle de las Herrerías, ya que por esa vía los viajeros ingresaban a ese antiguo poblado, que era parte del imperio del Tahuantinsuyo.

Con la posterior venida de los españoles también llegaron los caballos, así que en los tiempos de la Colonia ese sector se convirtió en el sitio donde los herreros les ponían las herraduras a esos animales, que antes eran desconocidos en este continente.

Y esa tradición, esa calle, esa necesidad, ese oficio continuaron por siglos, ya que Luis Maldonado, de 86 años, recuerda que hasta mediados de la década del 40 del siglo anterior era común ver en esa zona (del sureste de la actual Cuenca) a gran cantidad de personas con caballos ingresando a la ciudad. Venían de los pueblos, dice, especialmente los jueves, que era día de feria.

“Los herreros no nos alcanzábamos a atender a tantos”, indica Maldonado desde su taller, en una esquina de las calles Escaleras y Acacias. “Este barrio era la única entrada (a la ciudad). Todos pasaban por aquí. Pero eso ya ha cambiado. No hay caballos porque ahora hay carreteras y carros”, dice este hombre, considerado entre los más antiguos en este oficio.

Él comenta que las ventas no están buenas como antes, ya que muchos agricultores, quienes le solicitaban herramientas para labrar la tierra, han migrado a otros países o se han mudado a la ciudad. Además, hay productos industrializados de metal que resultan mucho más baratos que aquellos forjados lentamente con fuego y martillo.

“Por eso hoy hago chapas. Mis chapas son las más seguras”, comenta con orgullo este artesano que aún trabaja con su fragua de carbón para elaborar también aldabas y adornos metálicos.

Nuevos tiempos

La Calle de las Herrerías es también un atractivo turístico de Cuenca, ciudad azuaya marcada por el talento de sus habitantes en la elaboración de artesanías. Por ello es común observar en esta calle a los pobladores y visitantes admirando cruces, veletas, rejas, faroles y toda clase de ornamentos forjados artesanalmente.

Guillermina Quezada Robles, con 55 años en la herrería, aprendió el oficio de su padre y lo trabajó con su esposo, ya fallecido. Ella comenta que las piezas que más se venden son las cruces religiosas, jaladeras de puertas, candileros y adornos para la pared.

“Competimos mucho con los productos chinos”, dice esta mujer que tiene su taller en el solar 210 de esta calle, aunque agrega que aún hay clientes que saben apreciar lo valioso de un trabajo hecho a mano, y por ello pagan $ 30 por un picaporte para candado, u $ 80 por un candilero o una lámpara de buen tamaño.

Avanzando dos cuadras por la calle en sentido sur, y atravesando algunos pequeños negocios de comidas con ollas en la acera, se llega al taller y tienda de Humberto Guerra, quien tiene 17 años en esta actividad.

Él agradece estar ubicado en una zona con tanta tradición, con tanto atractivo para el habitante cuencano y los turistas. “Las ventas están mejorando este año”, dice Guerra, quien tiene en los faroles su producto más vendido. “Hacer uno pequeño toma unas dos horas. Uno grande, hasta un día entero. Hay desde $ 18, $ 25, $ 30, $ 50”, señala sobre esas piezas exhibidas junto a bicicletas recicladas que él convierte en adornos para ubicar maceteros o botellas de licor.

El taller de Guerra está a pocos pasos de la Plaza del Herrero, en donde se levanta el monumento a Vulcano. Esta obra del herrero alemán Helmut Hillenkamp sugiere la importancia de este oficio que ha logrado sobrevivir en la zona como un tributo a la nostalgia.

Esa nostalgia de metal nace del fuego, del golpe sobre el yunque, y renace vigorosa en hermosas piezas que, forjadas en la tradición, bien podemos llamar arte. (I)

 

Apoyo a un arte tradiciona

El Centro Interamericano de Artesanías y Artes Populares (Cidap) es una entidad fundada en Cuenca en mayo de 1975 por la Organización de Estados Americanos (OEA). Desde este año, esta entidad lidera un proyecto para darle nueva vida a la Calle de las Herrerías, a través de apoyo técnico a esos profesionales para innovar sus diseños, trabajar en promoción, aumentar sus ventas y mejorar sus condiciones de vida.

Juan Pablo Serrano (foto), director ejecutivo del Cidap, señala que las herrerías merecen una mirada “más abarcadora que los objetos; debemos mirar a los seres humanos que están detrás de esos negocios”, comenta, y agrega que así también se potenciará el atractivo turístico que despierta la zona.

Este proyecto cuenta con la participación del Municipio local, los ministerios de Turismo, de Industrias, y de Cultura y Patrimonio, del Instituto de Economía Popular y Solidaria, y de universidades cuencanas, agrega Serrano.

 

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